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viernes, 16 de julio de 2010

MIS ULTIMOS MINUTOS



Le amaba, más que a mi vida y cometí la insensatez de ser suya.

Yo viuda, él casado y los dos amándonos.

Desde que nos convertimos en amantes hemos intentado huir del país, sabemos cual es el castigo por adulterio, ha sido imposible, los familiares de su esposa nos han vigilado constantemente, quieren saciar su sed de venganza.

Fuimos indiscretos.

Ambos hemos confesado el adulterio repetidas veces y hemos implorado clemencia, esperando que no se cumpla el código penal vigente desde la revolución islámica de 1979, que establece la lapidación para los adúlteros siguiendo la interpretación de la sharía (ley islámica).

Pese a lo que se creé en Occidente, no hay ninguna base religiosa para este castigo, es una ley hecha por y para el hombre.

No hay clemencia. Nos espera la lapidación.

Como hemos confesado, no son obligatorios los testimonios de testigos, aunque si pueden acudir a la lapidación todos los familiares que se sientan agraviados.

Ya ha llegado mi día, por ser mujer, me entierran todo el cuerpo, excepto hombros y cabeza.

Estoy delante de mis verdugos, de mis asesinos, de mis lapidadores, entre ellos está el juez que lanzará la primera piedra. También veo a miembros de mi familia, llorando por mí y por esta insensatez que solo es capaz de llevar a cabo el hombre, el mal llamado ser humano, ¿esto es humanidad?

Las piedras deben ser del tamaño justo, no muy grandes para que no maten en la primera o segunda pedrada ni rapidamente, tampoco deben ser muy pequeñas y que no se las pueda denominar “piedras”.

La primera piedra lanzada por el juez, me da en la sien izquierda, cerca, muy cerca del ojo, me imagino que me ha roto la ceja porque siento la sangre caliente deslizarse por la cara y cegándome.

Y empiezan a caer las piedras, una a una, me van golpeando en la cara, en la cabeza, en los hombros, en la pequeña porción de pecho que ha quedado libre. Me magullan, me laceran.

Me duele, me duele.

Miro a mis familiares que corren hacia mí con intención de salvarme, con intención de sacarme de ahí, pero les disparan y les detienen alejándoles de esta barbarie.

Las piedras caen sobre mí con lentitud y la agonía se hace interminable.

Mientras espero y deseo mi muerte, no paro de preguntarme ¿por qué el mundo occidental no hace nada, por qué no toma cartas en el asunto…por qué…por qué?

Sangro por la boca, debo tener hemorragias internas ya que muchas de las piedras han caído sobre el pecho.

Una piedra me ha fracturado el cráneo y me ha causado la muerte.

¡Por fin ….que descanso!!

N. Angulo

2 comentarios:

  1. .... que mejor que callar en tu excelente narración.
    Tanto dolor y vergüenza de la humanidad ante tanta barbarie, no sabe describir la lasceración del alma como vos lo hacés, con tanta claridad.
    Besos
    César Neustadt

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  2. DESGRACIADAMENTE, LA SHARÍA SIGUE EXISTIENDO. ¿ESTA ES LA JUSTICIA QUE PROCLAMABA EL PROFETA?. ¿HAS PODIDO ELEGIR TÚ SI NACER HOMBRE, MUJER, BLANCO, NEGRO, OCCIDENTAL DEL PRIMER MUNDO, POBRE, RICO, SANO?. ¿QUÉ JUSTICIA PRETENDEDEFENDER ESTA (Y OTRAS) PRÁCTICAS?. ME PONE ENFERMO EL SABER QUE TODAVÍA SE DAN CASOS ASÍ.

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