Seguí durmiendo pese al ruido, que posiblemente solo estaba en mi cabeza, hasta que sentí un jaleo descomunal a mi alrededor y noté un roce en el muslo derecho.
Abrí los ojos de golpe y di un grito desgarrador,
esta vez no me rodeaba un enjambre de abejas, sino seis o siete sabuesos
y uno de ellos tenía su húmedo hocico pegado a mi muslo, por este
motivo desperté.
Me incorporé a toda leche y de repente recordé que
por estas fechas mi padre y mi hermano suelen salir de cacería, bueno,
mas bien simulan que cazan, siguen todos los rituales, se visten,
preparan a los perros, en fin, toda la parafernalia. Antes cazaban
zorros, pero en el 2004 o el 2005, ahora no recuerdo bien, el Gobierno
del primer ministro, Tony Blair, respaldado por La Cámara de los Comunes del Reino Unido, prohibió la práctica de la caza del zorro con perros
en Inglaterra y Gales. Desde entonces, todos los años llevan a cabo
este pequeño simulacro y se lo pasan de miedo, vuelven a casa cansados y
felices, no han matado a ningún animal, pero han disfrutado como niños.
Algunas personas y pese a la prohibición, salen a cazar caiga quien
caiga todos los 26 de diciembre, por tradición. Mi padre y mi hermano,
ya no quieren matar animales, pero les gusta disfrutar de un día de
trote por la campiña y escuchar los ladridos de los sabuesos cuando ven
un conejo e incluso un zorro, además en vez de salir el día 26 como
manda la tradición, ellos se adelantan un día.
Con la mayor celeridad posible busqué mi ropa para vestirme ya que se oían voces cada vez más cercanas.
Los perros saltaban a mi alrededor con una gran
algarabía, pues todos me conocían. Mi ropa no aparecía y de repente vi
que uno de los sabuesos se había hecho con ella y jugueteando la estaba
haciendo jirones. Me acerqué al perro para quitarle la ropa y poder
vestirme pero el maldito hijo de su madre no la soltaba, debía pensar
(si es que los perros piensan) que o bien era un presa, o que estábamos
jugando.
Grité pidiendo al perro mi ropa, mi ropa, dame la ropa…
…OOO…
La ropa, seguí murmurando mientras alguien me tocaba suavemente el hombro.
Abrí los ojos y vi a Liberty, mi doncella que me
llamaba para bajar a desayunar y me advertía de que ya estaban esperando
mis padres en el comedor de invierno.
Pregunté a la doncella que dónde estaba mi ropa
mojada y quién me había llevado a casa y la pobre mujer me miraba como
si yo fuese una desquiciada, tardé unos segundos, los justos mientras me
espabilaba del todo, en comprender que se había tratado de un sueño.
Devolví la mirada a Liberty que tenía la boca abierta un palmo y me reí a
carcajadas. Estoy segura que pensaba que estaba loca de atar.
Me acercó la bata, me dijo que la ducha estaba a la
temperatura adecuada y qué ropa sacaba de mi vestidor. Sonriendo aún,
la dije que ropa de montar, pensaba trotar con un poni jaja siguió
mirándome como si yo fuese " El fantasma de Canterville" jaja. Aún con una sonrisa asomando a mis labios me dirigí a la ducha.
Lady Emelinda y Lord Constantin, mis padres, me
reprendieron, pero con mucho cariño, por hacerles esperar para desayunar
y me recordaron que era ese desayuno, uno de los pocos que podíamos
disfrutar juntos.
Desayunamos en silencio, no nos gustaba a ninguno
hablar mientras comíamos, pero una vez terminado el desayuno, mi madre
me preguntó si me daban ya los regalos de Papá Nöel o esperábamos a que regresara de mi paseo matinal a caballo.
Sonreí y les dije que montaría mas tarde y les empecé a narrar mi sueño, omitiendo muy hábilmente mi relación con Boris.
Ambos disfrutaron de mi narración, a mi padre le
lloraban los ojos de la risa, decía que no se podía imaginar mi
envergadura encima de un pobre poni y lo mal que lo debí pasar con las
picaduras de las abejas. A mi madre la hizo gracia todas las zambullidas
que me tuve que dar en el río Severn. Los dos, con su mente lógica y
analítica inglesa, me hicieron ver que se notaba que era un sueño, pues
les extrañaba a ambos que el pobre poni con el estrés que había sufrido,
se tumbase a mi lado en total relax. Les hice ver que en efecto, era lo
bueno de los sueños, que cosas ilógicas se hacían de lo más real.
Mi madre me dijo que si no iba a montar, porqué no
me cambiaba de ropa ya que esperábamos a una persona para el almuerzo.
Asentí, pero antes de subir a cambiarme, les pregunté por mis regalos y
les dije que los suyos, como siempre, estaban a los pies del árbol. Me
contestaron que los míos también y hacia el árbol nos dirigimos los tres
entre risas y bromas sobre mi sueño.
Aunque me reía con ellos, realmente todavía se me
aceleraba el pulso cuando recordaba el sueño con tanto detalle, cosa
rara, normalmente se me olvidan los sueños a los pocos segundos de
levantarme, creo, que como a la mayoría de la gente.
Abrimos los regalos, este año eran menos costosos y
más austeros y es que la crisis mundial se notaba también en nuestras
arcas. Mi madre comentó que la moto no se la pasó por la imaginación
habida cuenta de que yo no montaba en moto, pero que si hubiese habido
mas presupuesto, no le parecía mala idea lo del poni para Adele.
Subí a mi habitación y llamé por el móvil a Boris pero me salía el buzón de voz, me pareció un tanto extraño.
El sueño que tuve con Boris, era más real de lo que parecía. Aunque no proviene de una familia
tan humilde, su madre es periodista y su padre banquero, sí es cierto
que tiene media beca deportiva. En efecto está de mozo de cuadra en mis
caballerizas, él me rogó ese trabajo para pasar más tiempo juntos,
porque le encantan los animales y porque no le gusta pedir a sus padres
dinero para sufragar sus gastos. Le conocí en la Universidad de
Medicina, yo también estoy cursando estudios médicos, quiero ser
pediatra, me encantan los niños. Le busqué el trabajo en mis cuadras por
medio de una amiga de ambos, fue su recomendación, para poder mantener
en secreto nuestro idilio y por supuesto es cierto que nos queremos
casar, pero todavía falta mucho tiempo, ambos debemos terminar la
carrera y empezar a ganar dinero. No creo que mis padres aprueben
nuestra relación, pero me da igual, nos casaremos igualmente.
Terminé de vestirme y salí a leer al jardín, hacía un día fabuloso para ser 25 de diciembre.
A las 12:45 subí de nuevo a cambiarme, normalmente
en estos días de fechas tan señaladas, nos gustaba arreglarnos, me
preguntaba mientras me maquillaba los ojos ¿quién vendría a almorzar?
Me puse un vestido rojo de Valentino,
siempre me gusta ponerme algo rojo en Navidad y bajé las escaleras. Al
entrar en el comedor pude ver que ya estaban mis padres, mi hermano, mi
cuñada, mi sobrina Adele y tres personas más que no ubicaba ya que
estaban de espaldas.
Me acerqué con ánimo de saludar a nuestros
invitados y me pareció extraño que me hubiesen dicho que teníamos un
invitado cuando en realidad eran tres.
Al aproximarme a la figura que me pareció mas
joven, mis pulso empezó a latir, ese pelo, esa nuca, me eran muy, pero
que muy familiares.
Boris se volvió a mirarme con ojos sonrientes y me
dijo que estaba preciosa, después me estampó un beso en la boca que me
dejó sin aliento y al que yo correspondí con avidez pero un tanto
confusa.
Mis padres sonreían y yo me preguntaba si seguía soñando.
Lord Constantin se aproximó a mí me entrelazó los dedos y me dijo que me iba a presentar a los padres de Boris.
Mientras tomábamos una copa de champagne, me
explicaron que sabían desde hacía tiempo que estábamos enamorados, que
había miradas que no se podían disimular, que hablaron con Boris hacía
una semana y decidieron que este sería mi regalo de Papá Nöel, pero
arrancaron una promesa a Boris y es que nos tomaríamos con calma nuestro
compromiso, al fin y al cabo éramos jóvenes, con mucha vida por delante
y mucho que hacer y ofrecer al mundo.
Los padres de Boris resultaron ser unas personas excelentes, se les veía encantados viendo a su hijo tan feliz.
Durante la comida y hasta los postres, mi cara no dejó de reflejar sorpresa y felicidad.
Después de todo, Papá Nöel, este año me dejó un maravilloso regalo.
FIN
Nieves Angulo
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