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domingo, 29 de marzo de 2009

Sobrevivir



Le había visto varias veces y me gustaba, nos saludábamos, intercambiábamos algunas frases pero nada más, corrían los años 70, me enteré por unos conocidos que era Marino Mercante.

Seguimos viéndonos y el día que murió el dictador, como todo estaba cerrado (incluso el bar que solíamos frecuentar), nos quedamos en la puerta y me invitó a una boite que había en un pueblo cercano, acepté, después cenamos y como su apartamento estaba cerca subimos a tomar una copa, una cosa llevó a la otra y terminamos en la cama, yo tenía 22 o 23 años y muy poca por no decir ninguna experiencia. De eso salió una relación y más o menos a los dos años nos casamos.

Yo estaba loca por él, también creía que él lo estaba por mi, pero que equivocación. Todo empezó poco a poco, primero una mala contestación, después una humillación, un poco más tarde avergonzarme delante de los amigos, diciendo cosas como: - ¡calla, que tú de esto no entiendes y calladita estás más guapa!. Me convertí en el hazmerreír de la familia y los amigos, mi madre y mi suegra me decían que tenía que aguantar, que él era el hombre y yo vivía de su sueldo. Ayudaba un poco a la convivencia el que él viajaba mucho debido a su profesión y yo me fui dando cuenta que no le echaba de menos y que estaba mejor sola, llevábamos dos años de matrimonio, junto con los dos de noviazgo ya llevaba la friolera de 4 años con este señor al que ya no quería, así es que tomé la decisión de hablar con él para decirle que quería trabajar, su contestación fue, - ¿dónde vas tú con tu preparación?, ese día ya me dio el primer empujón y me retorció el brazo, así es que decidí deshacer el matrimonio.

No pudo ser, sufrió una trombosis a los pocos días, le dejó en un estado medio paralizado y yo me entregué a su cuidado, durante un tiempo tuve la ilusión de que mi matrimonio empezaría a ir bien, como al principio, el estaba muy cariñoso, agradecido y yo me sentí de nuevo enamorada y llena de esperanzas. Me quedé embarazada de mi preciosa hija y mi vida continuó entre los cuidados a mi marido y la crianza de mi niña.

Tuvo otra trombosis, esta vez más fuerte, quedó bastante tocado y aunque tenía algo de funcionalidad ya había que estar con él constantemente e iba en silla de ruedas. Al igual que su carácter se dulcificó en la primera trombosis, con la segunda se volvió irascible, irritable, odioso y yo deseaba su muerte. ¿Qué podía hacer?.

En fin, tengo que ser breve y no extenderme más de lo necesario en sus ataques de epilepsia, en mi sufrimiento e impotencia. Aquí estoy a día de hoy, en la cincuentena, cuidando indiferente de un enfermo que ya apenas es un ser humano, ya no habla, no conoce, es dependiente totalmente, hay que asearle, darle de comer, etc y ya no le deseo la muerte, solo me mira, con odio, como si yo fuese la culpable de su desgracia y no él de la mía . No le quiero, pero no tengo fuerzas de abandonarle a su suerte en algún centro hasta que se muera.

Quizás tardé mucho en tomar la decisión de separarme, ahora ya es tarde y vivo esta vida que yo decidí ¿vivir?.

Show

Se lo dedico a una mujer muy especial (no sabe ella cuanto) y a todas aquellas que viven una situación similar en el anonimato. Sois una fuente de inspiración.

Tal como somos


Tenemos un gran defecto en este país, se llama soberbia, por supuesto estoy generalizando, siempre hay excepciones (afortunadamente).
Hay otro defecto más que es la de aparentar o vivir de cara al exterior por encima de nuestras posibilidades.
Ahí van unos cuantos ejemplos.
  • Vamos a un restaurante un grupo a cenar y pedimos comida como si fuésemos a invitar a todo el comedor, por supuesto sobra y cenamos a reventar. No pasa nada, pagamos alegremente lo que corresponda y nos vamos a seguir la juerga.
¿Qué hacen en otros países de Europa y del otro lado del charco, que además tienen un nivel de vida más alto que el nuestro, mejores sueldos etc?, pues sin avergonzarse de nada ni hacer o tener aspavientos, el camarero sale de la cocina con un recipiente bien cerrado con "las sobras". Normalmente esa comida se la suele llevar el amigo que vive solo, que come fuera de casa o anda más ajustadillo de dinero, feliz porque al día siguiente o al otro, con solo meter el envase en el microondas se toma una comida en casa y sin tener que cocinar, que guay.
  • La parte del vino, tres cuartas de lo mismo, .-¿pedimos otra botellita?- y ¡hala! otra botellita, sobra vino, más de media botella, no pasa nada, pagamos alegremente y nos vamos, ¡ah y dejamos propina!!.
En otros países con más dinero y menos soberbia, el camarero sale con una bolsa e introduce allí la botella de vino, la deja en el centro de la mesa y entre risas, los amigos sortean la botella para ver quién se la lleva a casa. Aquí en este nuestro país, parece que nos sobra el dinero, si a algún amigo se le ocurre pedir la comida sobrante, menudo caos, no suenan alarmas pero lo parece, automáticamente todos te miran, el camarero te dice que no tienen ningún recipiente, que no es costumbre del restaurante y te mira como si tuvieses la peste, con el vino pasa igual, -¡ por favor!, ¿me trae el tapón de la botella que me la llevo?.- Lo siento pero está en la basura... El fin de ese vino, es que algún camarero avispado se lo llevará a casa o bien si el restaurante tiene barra de bar se lo servirán al primer cliente que pida un vino.
Yo, por mi parte, estoy intentando desde hace tiempo educar a mis amigos, poco a poco, ya he logrado que en un Hindú nos diesen el recipiente con la comida sobrante y de uno o dos restaurantes nos hemos llevado el vino.
Si al leer esto, te sientes identificado, vamos por buen camino, no es tarde para que empieces a practicar y convencer a tus amigos o compañeros de mesa. Si por el contrario, cuando has leído esto, la cara se te ha quedado como si te hubieses tragado un limón, no tienes arreglo y nunca, pero nunca, me iré contigo a un restaurante no sea que te dé una lipotimia.
Snow

miércoles, 18 de marzo de 2009

Un diario, una guerra



Un día...

Hoy han vuelto a bombardear y se han caído las casas que están detrás de la mía, es milagroso que todavía se mantengan en pie las casas de mi calle; mi casa la compartimos ahora con otras personas porque las bombas destruyeron las suyas, mi mamá dice que ya no es nuestra, que ya no hay "tuyo y mío",dice cosas muy raras pero bonitas, por ejemplo "ningún niño tendría que saber palabras como: bomba, refugio, tanque, hambre, miseria, enemigo, muerte..."
Estoy en la cola de los víveres con mi hermana, mi madre y mi hermano están en el mercado negro para conseguir ropa para mí, mamá dice que tiene una sorpresa y está nerviosa.

Otro día...

Ya sé la sorpresa y no me gusta nada. Me voy a otro país a pasar el verano, con un matrimonio que tiene dos niñas de mi edad, no quiero ir, me paso el día llorando, mamá me regaña y dice que voy a estar muy bien.

El viaje...

Estoy nerviosa, es la primera vez que voy en avión, me gusta, no me he mareado. Al llegar me esperan una señora y un señor que me estrujan, besan y abrazan, ahora sí estoy algo mareada. Ya añoro a mi familia.

Días después...

No he podido escribir en el diario, no paro, siempre de aquí para allá con la familia que vivo, son muy simpáticos, siempre se están riendo, me enseñan su idioma, me regalan ropa y juguetes, nunca he tenido tantas cosas, lo que van a disfrutar mis hermanos con todo esto. Me acuerdo mucho de mi familia.

Dos meses más tarde...

Que bien me lo paso, he crecido y he engordado, no me extraña, nunca he comido tanto y la comida de aquí está muy rica. A veces me pongo triste, no recuerdo bien los rasgos de mi madre y no pienso tan a menudo en mi familia, me apena pensar cómo lo están pasando allí con la guerra, yo aquí tengo de todo y abundantemente ¿por qué?

Otro mes más...

No quiero regresar a la guerra otra vez, quiero estar aquí con estas personas que me hacen reír y olvidarme de todo lo malo, ¿seré una egoísta?

El regreso...

Anoche no dormí nada, estuve llorando, creí que ésta era mi nueva familia, que me querían, que era para siempre, ¡qué decepción!.
Esta vez si me he mareado, hay tormenta.
En el aeropuerto me esperaba una señora, me preguntó el nombre y me llevó con otros niños a un cuarto, no tardé en dormirme, estaba cansada.
Volvió la señora con un soldado y nos llevaron a todos a un autobús, no veo mis maletas con la ropa, con los regalos para mamá y los jueguetes que traje para mis hermanos, nos llevan a un edificio que se llama "centro de refugiados" ¿y mi familia, dónde está?.

Un día cualquiera...

En el centro me informan de lo que ya me temía, mi familia murió cuando estaban cruzando una avenida para ir al refugio más cercano. Me he escapado y llevo días vagando por la ciudad, ya no existe mi barrio.
Pasan los días, no hablo con nadie, tengo hambre.
Vuelvo al centro de refugiados y pido permiso para escribir a mi otra familia, la del verano, me contestan que eso no puede ser.
Me he vuelto a escapar porque quiero morir, quiero que me alcance una bomba, quiero ser feliz y volver a reír, quiero ir a otro lugar donde pueda comprender, donde no existan ni el mal ni las guerras, donde pueda entender a los adultos, saber ¿por qué? me enviaron a otro país para luego hacerme regresar.

¿Alguién me preguntó si quería conocer el cielo?

¿Alguién me preguntó si quería regresar al infierno?

Me siento y espero ansiosamente mi muerte.

N. Angulo


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