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jueves, 19 de agosto de 2010

CALLE CARARE



En esta mudanza nos tuvieron que ayudar, habíamos comprado algún mueble, discos, vajilla, libros, enseres, quiere decirse que ya no podíamos ir simplemente con unas maletas, alquilamos una furgoneta y nos ayudo mi hermano R..y T… con el que por supuesto seguíamos en contacto.


Yo creo que en esta casa realmente comenzó nuestra vida de adultos y también comenzaron las ausencias de Angel en las mudanzas, será casualidad u otra cosa, pero el caso es que siempre que hay mudanza en nuestra casa, Angel, o está de viaje, o en una reunión importantísima o en clases presenciales, así es que salvo raras excepciones, quien embala, desembala, sube, baja, carga, descarga y se encarga de todo es la que suscribe.


El cambio a esta casa, a este barrio, llegó porque Angel empezó a trabajar en Casio, en la calle Núñez de Balboa, y como este barrio está al final de la calle López de Hoyos, pues le venía bien para ir al curro, solo tenía que coger un autobús, el nº 72 que le dejaba bastante cerquita.


El barrio se llamaba, creo que se seguirá llamando, Barrio de San Lorenzo y pertenecía al distrito de Hortaleza.


Era un primer piso aunque a mi me parecía más un entresuelo, tenía dos habitaciones, cocina con galería/tendedero, baño y un salón-comedor con una gran terraza.


Con esto tuvimos nuestros primeros problemas ya que los chavales jugaban al fútbol y nos colaban los balones o nos golpeaban con ellos los cristales, además les vimos varias veces colarse a la terraza para coger las pelotas, yo les regañaba y les decía que no se podían meter así como así en una terraza, que era propiedad privada, mi vivienda; solo conseguí distanciarme de las vecinas (son niños, tenga paciencia, dónde van a jugar) y coleccionar alguna que otra pelota en venganza por lo "bordes" que eran las criaturitas y sus papás.


Otro problema era la terraza tendedero, no estaba cubierta ni acristalada por lo que prácticamente estábamos en la calle, tenía celosía, pero como esa parte de la casa daba a una zona umbrosa y con árboles, en invierno era una heladera, se nos helaban las tuberías y dos años seguidos se nos heló el calentador de agua, el primer año nos lo cambió el dueño, pero el segundo año se negó y nos dijo que era por mal uso, nos tocó comprar otro y pagarlo nosotros, por más que dijimos que no era culpa nuestra ni mal uso, el dueño del piso se negó en redondo a poner uno nuevo, el tercer año se volvió a helar y le dijimos que para evitar esto todos los años lo mejor era que acristalase el tendedero, tuvimos que hacer presión porque el desgraciado se cerraba en banda, durante unos meses en vez de ingresar el dinero del alquiler lo metíamos en una cajita y esperábamos a ver como respondía el tío, por fin accedió a cerrar el tendedero y todo volvió a la normalidad.


En invierno, cuando salía a la calle, os lo creáis o no, me daba una bofetada de calor, hacía mejor temperatura en la calle que en esa casa.


El piso no estaba mal, sobretodo después de venir de Goiri jajajaja, pero aún así los azulejos del baño y la cocina nos parecían una horterada.


Como no íbamos a hacer obras lo que hicimos es empapelar, había unos papeles pintados muy fuertes que imitaban a los azulejos, el baño lo empapelamos en tonos azules y la cocina en marrones y beiges.


El pasillo y la entrada lo pintamos en tono verde mar, muy plácido y para darle mayor atractivo lo terminamos pintando con los dedos, nos embadurnábamos las manos con la pintura e íbamos con los dedos de arriba abajo y viceversa, quedó bonito, lo llamábamos estilo ibicenco, eso si, si te acercabas mucho a la pared te arañaba jajajaja.


También pintamos las puertas con una pintura que imitaba la veta de la madera.

El salón-comedor no tenía puerta, lo que tenía era una cristalera/mampara donde yo pinté “Muchacha asomada a la ventana” de Dalí, quedó precioso y como era muy grande y la cristalera daba a la puerta de la calle, mis amigos cuando venían a casa tocaban el culo a la muchacha, jajajaja decían que les inspiraba.


La casa quedó muy acogedora, tanto, que siempre estaba llena de gente, no teníamos teléfono con lo cual la gente se presentaba un sábado, un viernes por la noche o un domingo a mediodía y les teníamos que abrir porque nos veían desde la calle, no nos podíamos escaquear, nunca tenían prisa así es que al final tenía que hacer cena. Entre copas, cenas o algo de picotear la casa se convirtió en centro de reunión, tuve que poner orden y como dice el dicho, “más vale una colorada que ciento amarilla”, un día hice consenso y les dije a todos los “gorrones” que les agradecía en el alma que estuviesen tan a gusto en mi casa pero que de ese día en adelante NO RECIBIA, que los que no estábamos a gusto éramos Angel y una servidora y que como la mayoría eran compañeros de trabajo que nos avisasen antes. Se mosquearon un pelín, pero yo empecé a disfrutar de mi intimidad que hasta entonces brilló por su ausencia.


También viviendo en esta casa pasé por el juzgado para casarme con mi chico, pero eso ya no tiene que ver con las mudanzas.


N. Angulo

1 comentario:

  1. ¡Cuántos buenos recuerdos en Carare!
    Es verdad, siempre teniamos visitas, la gente se encontraba muy bien en nuestra casa. Decían que era muy acogedora. Además siempre había copas para todos y todas. Nos congregábmos alrededor de un debate tras otro, arreglábamos el país, la empresa donde trabajábamos. En fin, había de todo y para todos. Fueron 5 años muy divertidos y mi primera mudanza sin tocar una sola caja. Mi chica ya despuntaba como experta en la materia.

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