Me encanta viajar y siempre que tengo ocasión lo hago.
En todos los viajes he aprendido algo, me han aportado algo, unas veces belleza, otras curiosidad, cultura y entusiasmo pero todos y cada uno de los viajes que he realizado han dejado huella en mi vida y todos han colaborado para cultivar un poquito más mi espíritu y mi mente.
Hay un viaje que conservo en mi memoria tan fresco como cuando lo hice, no es porque fuese el más bonito, ni el más lejano, ni el más largo, pero si fue sin embargo el más aleccionador y lo digo sin temor a equivocarme, también este viaje contribuyó a hacer de mi mejor persona, estoy convencida de ello.
Verano de 1999, hacía dos años del accidente de coche y yo había pasado un tribunal médico para hacerme una evaluación de minusvalía, solamente a nivel social, ni cobraba por ella, ni cobro; el porcentaje sobrepasó el 50%, lo cual me dio opción para poder solicitar viajar a través de COCEMFE por precios muy asequibles.
Me concedieron un viaje a Canarias, podía ir con un acompañante que se vería también beneficiado del bajo coste del viaje.
El hotel estaba en Tenerife Sur, cerca de la Playa de Los Cristianos.
Era la primera vez que iba a un hotel para minusválidos, creo que esa palabra ahora es incorrecta, pero entonces se decía así, minusválidos y así lo escribo y lo cuento.
El hotel era fantástico, tenía rampas absolutamente para todos los accesos, las puertas de todos los recintos eran más anchas de lo habitual, las piscinas contaban con grúas especiales para introducir a personas que usaban sillas de ruedas, ahora es muy común ver hoteles así, pero en el año 1999 os puedo asegurar que no era lo normal, este hotel tenía lista de espera porque era el único en Tenerife que contaba con instalaciones de este tipo.
La primera semana me limité a conocer un poco los alrededores del hotel y hacer algún viaje de interés turístico pero me pasaba el día y parte de la tarde/noche en la piscina, no salía del agua.
Ya entrada la segunda semana empezamos a hacer sobremesas nocturnas y de lo único que me arrepiento es de haber tardado tanto, que tiempo más perdido miserablemente pero bueno luego nos resarcimos jajajaja ¡que sobremesas dios mío!!, que risas, que humor y sobretodo que de humanidad y sabiduría.
El ver a personas con enfermedades extrañas, crónicas, que no tenían cura y que les mermaba facultades físicas reírse de todo, de todos y sobretodo de ellos mismos fue una de las lecciones que no olvidaré mientras viva.
Conocí a un hombre al que le faltaban los brazos y las piernas, me dijo su nombre cuando nos presentamos pero me rogó que le llamase “tronco” e inmediatamente con una ancha y sincera sonrisa en su cara me contó “el chiste del tronco”, reí hasta que se me saltaron las lagrimas y sobretodo me quedé totalmente prendada de este hombre que ante la adversidad era capaz de echarle un par de huevos y reírse de su situación o al menos quitarle importancia.
También quedé totalmente enamorada de J…de R…(a los cuales me dispongo hacerles un post a parte) y de unas cuantas personas más y aunque solo nos tratamos durante 15 días estos fueron tan intensos que continúa nuestra amistad.
En ese hotel posiblemente yo era de las personas que estaban mejor de salud así es que por gusto y con entusiasmo empecé a dar masajes a unos cuantos y los últimos días tenía “cola” para probar mis expertas manos jajajaja…, acababa exhausta pero feliz os lo aseguro.
Entre R… y yo bajábamos en la grúa a J… para que disfrutara de la piscina jajajaja que risas y que bonito ver la cara de J…cuando le hacíamos mil canalladas dentro del agua. En este medio todos más o menos somos iguales esa es la magia, J…pese a tener parálisis cerebral podía estar felizmente en el agua con nosotras y hacer más o menos las mismas gansadas, ¡que disfrute!
Como os decía las sobremesas en las terrazas del hotel alrededor de la piscina por la noche eran mágicas, los primeros días éramos pocos, pero se fueron añadiendo huéspedes del hotel, nos acostábamos muy tarde así es que por las mañanas a veces nos levantábamos a desayunar y nos volvíamos a la cama, no había prisa, estábamos disfrutando de vacaciones.
Una noche hicimos baile, ¡que maravilla!, un tío bailando sentado en su silla de ruedas que nos dio una lección de ritmo y sincronización del que todavía no nos hemos repuesto, jajajaja…, manejaba la silla como si se tratase de su propio cuerpo y quizás lo era después de tantos años en ella ¿no?
Así es que este post se lo dedico a todas las personas que conocí en ese hotel, a las que quedaron en mi vida y son amigas como a las que simplemente pasaron por ella y muy especialmente a J…y a su madre, mujer maravillosa que no me extraña que pariese a este pedazo de hombre llamado Juan, ahora puedo decir su nombre porque acabo de hablar con él y cuento con su permiso jajajaja.
Ahí va mi brindis, tú con un guiski de Malta y yo con otra mariconada más suave. “Porque retomemos nuestras cartas donde criticábamos al Gobierno y la Monarquía jajajaja brindo por ello”.
Y por ti Juanillo
N. Angulo
Yo participé de esa gratificante experiencia que en mi vida hubiera pensado. ¡Qué gente! Ahí es donde te das cuenta de la capacidad que tiene el ser humano cuando le sobran las ganas de vivir. No hay barreras ni físicas ni mentales.
ResponderEliminarComo tu bien dices, aleccionadora experiencia.