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lunes, 28 de junio de 2010

Viaje infernal



Esa tarde me llamó mi chico para que fuese a buscarle al trabajo, así es que no me lo pensé, me arreglé y me fui a la parada del autobús.

Vivíamos entonces al final de López de Hoyos y la empresa donde el trabajaba estaba por Núñez de Balboa, tenía al menos media hora de recorrido, dependiendo de cómo estuviese el tráfico.


Corrían finales de los años 80, ya sabéis, hombreras, punk, DuránDurán, yo llevaba el pelo muy cortito pero con unos mechones por detrás, saliendo de la nuca. Nunca he sido muy seguidora de ir con las masas y las modas, pero coincidió que me gustaba el pelo así.


Llegó el autobús y me senté al lado de una anciana, ella hacia el lado de la ventanilla y yo hacia el del pasillo, iba más o menos lleno para la hora que era y el día, pero bueno, pude sentarme.


No llevaba más de un cuarto de hora en el autobús cuando siento un fuerte tirón en el pelo que me echa la cabeza hacia atrás, sorprendida volví la cabeza y vi a un chico de mi edad más o menos con pinta de “rockabilly”, le dije -podías pedir perdón, porque me has hecho daño- sin inmutarse siquiera se puso a mirar por la ventanilla, seguí a lo mío sin preocuparme más del individuo, al rato, otro tirón, esta vez mucho más fuerte, tanto que se me saltaron las lágrimas, me vuelvo de nuevo –ya está bien, ¿a qué juegas?- por respuesta una sonrisa y un sopapo en mi cogote.


La señora que iba a mi lado se volvió y le increpó – tú te callas zorra que contigo no va la cosa, va con esta cabrona que está acabando con el rock and roll- contestó él. Nos miramos las dos con cara sorprendida y nos dio la risa jajajaja… nos oyeron en todo el autobús y la gente nos miraba con cara divertida.


Esto le sentó muy mal al mequetrefe ya que me tiró del pelo con más ahínco si cabe y con más mala leche, mientras me gritaba que “YO ESTABA ACABANDO CON EL ROCK AND ROLL”.


Ya no aguanté más, temblando de arriba a abajo de indignación y miedo, el tío medía casi dos metros, yo escasamente metro y medio, me levanté y él también, le pegué un empujón, como no se lo esperaba se cayó en su asiento, la señora que estaba a mi lado, aprovechando que yo estaba de pie, se colocó a mi lado y le soltó al individuo un bolsazo, se armó tal revuelo que hasta el conductor preguntó -¿qué pasa ahí detrás?-


Momentáneamente volvió la calma al autobús, parece ser que el imbécil se achantó en vista del ataque de “las chicas”, yo no me podía cambiar de sitio porque el autobús ya iba lleno.


Cuando llegábamos a la altura de Alfonso XIII más o menos, me vuelve a tirar del pelo, esta vez yo chillé, la gente ya se había dado cuenta de lo que pasaba y alguien se lo había dicho al conductor, por lo que al oír mi grito y las voces que daba la anciana y el rockabilly de los "cojones" con la retahíla de que ESTABA ACABANDO CON EL etc…, el conductor dio un giro al volante, se montó casi en la acera de la calle López de Hoyos y puso al asqueroso en la calle, bueno eso pretendió porque el desgraciado me cogió de nuevo del pelo y se enfrentó al conductor.


Este día pude comprobar algo en lo que he creído desde que tengo uso de razón, LA UNION HACE LA FUERZA, casi todos las personas que iban en el autobús cogieron al mequetrefe y le bajaron a la calle a empujones y a mi estuvieron, lo que restaba de mi trayecto, abrazándome, dándome ánimos puesto que yo todavía temblaba como un flan.


No pudimos llamar a la policía porque aún faltaban unos años para la telefonía móvil, pero tampoco hizo falta porque pocas veces en mi vida me he sentido tan arropada y protegida como en esos momentos.


Por supuesto no me corté los mechones, faltaría más, el problema no era de mi pelo, era de la mente de un perturbado.


Todavía me arrepiento de no haberle pegado una patada en los huevos, pero ya dice el dicho, “el español piensa bien pero tarde”, sin duda eso me pasó a mi.


Tampoco he acabado con el maravilloso Rock and Roll como podéis comprobar.


N. Angulo

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