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martes, 10 de agosto de 2010

EN LA CORUÑA (10)


Las carreteras gallegas dejan mucho que desear, ahora hay autopista por lo menos, hace 13 años nada de nada.


Nos planteamos en vez de ir de un tirón a Madrid, ya que salimos tarde, dormir en la zona de León y al día siguiente ya fresquitos y descansados llegar a Madrid.


En esa época estaban haciendo ya la autopista con lo cual había muchos obreros que vivían en hotelitos pequeños u hostales de carretera, así es que dos o tres intentonas que hicimos de cenar y pernoctar fueron infructuosas, estaba todo lleno. Paramos en un pueblecito y allí preguntamos a un chaval de la Cruz Roja dónde podíamos dormir y cenar algo, el chico nos indicó con toda su buena intención, pero se equivocó de dirección, nos lo dijo como peatón no como conductor, nos mandó por dirección prohibida y perdí un tiempo importante en hacer un cambio de sentido para volver donde estaba y poder así retomar el camino por él indicado.


Salí de nuevo a la Nacional, ya eran las once y cuarto de la noche más o menos, una noche clara de verano y brillante de estrellas, a la altura del Puerto del Manzanal, ví de frente dirigiéndose hacía mi coche unos faros que se aproximaban a toda leche, si algunos habéis tenido alguna experiencia similar sabréis que en lo que ves las luces, lo comentas y haces maniobra ya tienes al coche encima y eso es lo que nos pasó, mientras le decía a Angel ¿ y ese loco? y me iba ligeramente a la derecha, solo un poco porque sino tenía el peligro de caer por el Puerto, pues el coche nos embistió de frente.


Cuento esto porque fue una cosa importante en mi vida, de hecho hubo un antes y un después, pero no voy a entrar en detalles porque sería caer en la morbosidad y no soy un programa de televisión de medio pelo.


Solo añadir que las urgencias no son tan rápidas ni eficaces como lo pintan, nosotros llamamos con los móviles inmediatamente a la policía, gente anónima y maravillosa que pararon para auxiliarnos, camioneros, coches particulares etc… también llamaron, nos hicieron compañía, nos hablaron para evitar que nos durmiésemos, nos arroparon, nos acompañaron, nos animaron, ¡gracias a todos!

La policía tardó por lo menos una hora en llegar, hubo que hacer varias llamadas, la primera ambulancia llegó a las dos o tres horas de llamar, por lo visto no se ponían de acuerdo a qué ayuntamiento le correspondía atender ese accidente y había preocupación de ¿quién lo pagaría?.


Los bomberos tardaron todavía más porque también había problemas de ¿a quién le toca qué?, por desgracia los necesitábamos porque a mi no me podían sacar del coche.

Para abreviar yo entraba en urgencias de Ponferrada cerca de las cinco de la madrugada.


El dolor físico y psíquico durante y después me lo reservo, es mío y no lo comparto.


Gracias a unas amigas nos trasladaron al día siguiente a La Coruña en una UVI Móvil, menos mal, porque en la habitación donde nos pusieron en el Hospital de Ponferrada me colocaron al lado de la puerta y cada vez que entraba alguien daban a mi cama, la dichosa cama se movía y el movimiento oscilaba la férula que tenía en la pierna causándome un dolor que me hacía soltar por mi boquita palabras inimaginables y que creí que no tenía en mi vocabulario.


En el Hospital Modelo de La Coruña nos pusieron en la misma habitación, nos atendieron, cuidaron y cosieron nuestros maltrechos cuerpos durante los dos meses siguientes, el resto de la recuperación fue en nuestra casa.


Ni por un momento nos dejaron solos, no éramos conscientes de toda la gente que nos apreciaba, nuestros amigos nos hicieron tanta compañía, nos dieron tantos mimos y tanto amor que todavía hoy me emociono al pensarlo.


Angel y yo, lloramos mucho en esos días, pero todo se olvida por todas las risas que vinieron después, por eso y pasado el tiempo es con lo que me quedo, con lo bueno, así es que ahí va una anécdota insuperable para arrancaros una sonrisa cuanto menos.


Mi amigo Santi venia a vernos casi todas las noches a eso de las 22 horas más o menos. Hacía tiempo que le había contado una historia de un vecino de una de mis hermanas, un tal Virgilio que por lo visto era un “as en la cama” y su mujer era de las chillonas, cada vez que echaban un casquete a ella se la oía en todo el edificio gritar ¡Virgilio, Virgilio ayyyy Virgilio!!!, los vecinos a su vez saludaban a Virgilio como si de un héroe se tratara.

A Santi le hizo tanta gracia la anécdota que un día se metió en el baño de nuestra habitación del hospital y se puso a gritar en sordina Virgilio, Virgilio ayyy Virgilio, por supuesto Angel, otro amigos que también estaban de visita y yo no podíamos parar de reír, al ratito empezaron a sonar timbres llamando a las enfermeras y ellas yendo de habitación en habitación alarmadas para ver qué pasaba. Más o menos al cuarto de hora vino una de las enfermeras a nuestra habitación y nos preguntó si nos pasaba algo, todos negamos con la cabeza diciendo que estábamos bien y ella nos contó que algunos pacientes habían oído a alguien gritar ¡auxilio, auxilio!, al ver la enfermera la cara de cachondeo que teníamos no tuvimos más remedio que contar la bromita de Santi, la enfermera se rió con nosotros y a su vez se lo contó a otras, al final terminamos en nuestra habitación contando chistes hasta las tantas y con dolor de garganta por reír bajito para no alarmar a los demás enfermos de la planta, nuestra habitación terminó pareciendo de todo menos una habitación de hospital.


Tengo alguna que otra historia divertida para contar, pero como siempre me falta espacio.


N. Angulo

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