Antes de vivir definitivamente en La Coruña, me fui un mes para allá para ver a mi pareja porque me sentía desparejada, fue el mes de Agosto del año 1996, después de los calores madrileños el clima coruñés me pareció una delicia, casi todas las tardes al cerrar el negocio nos íbamos de paseo y así yo iba conociendo la que sería mi ciudad en un par de meses.
Un domingo estuvimos en el paseo marítimo sentados viendo el mar y hacía fresquete, pero lo agradecía y lo necesitaba, vimos a unos conocidos y Angel me los presentó, la señora, que no recuerdo como se llamaba, me dice muy sonriente, - póngase una rebeca porque hace viento y la cogerá el norte- . Yo la miré con cara interrogante y me explicó que ese viento era muy engañoso y si se enganchaba a tu cuerpo tardaba en soltarse, di las gracias a la señora por su consejo y nos despedimos. La pareja ya estaba bastante lejos así es que riéndome le dije a Angel que me había hecho gracia el comentario de la señora, pero que era muy alarmista por un simple aire, se llamase norte u oeste, me tenía que haber mordido la lengua, efectivamente me cogió el dichoso norte y anduve con un catarrazo detrás de otro hasta bien pasadas las navidades, me imagino que también tendría la culpa mi propio cuerpo porque se tenía que aclimatar a las nuevas temperaturas norteñas y la humedad. El viento norte también valió para echarnos unas risas mi chico y yo, bueno y los amigos que cada vez que me veían tan encogida me preguntaban, ¿qué, todavía el norte? jajajaja . Más de una vez desde ese día he tenido que decir “suéltame norte”.
Los primeros meses me recuerdo todo el santo día encogida, me dolía la espalda y los hombros de tenerlos en tensión, pero no lo podía remediar, siempre tenía sensación de frío.
Uno de mis placeres de aquellos primeros meses en La Coruña era coger mi coche y marcharme yo sola a los faros de Mera, un lugar fantástico donde se contemplaba la mar abierta en toda su amplitud, allí pasé momentos muy felices, cuando estás disfrutando de la soledad, no impuesta sino deseada, no puedo describir las sensaciones pero eran fantásticas, más tarde después de la puesta de sol, volvía de nuevo a la realidad cotidiana.
Pasó el invierno, en febrero nos disfrazamos por los carnavales, la gente coruñesa se entrega muchísimo a ellos y hay muchas comparsas, yo me he disfrazado después del primer año alguna vez, pero Angel no se pierde ningún carnaval y se disfraza siempre, normalmente soy yo quien le da las ideas de los disfraces y quien le maquilla, para mi, después del primer año se me ha hecho muy cansado, normalmente le acompaño un rato pero me vuelvo a casa enseguida, después llegó la primavera y enseguida el solsticio de verano con mi primera noche de San Juan, me lo pasé estupendamente saltando fogatas y siguiendo los rituales de esa noche mágica que se vive muy especialmente en Galicia, tomamos queimada y leímos conxuros.
Esa noche nos hicimos muchas fotos, conservo de recuerdo unas cuantas porque aparecen unas manchas raras sobre mi cabeza o bien detrás de mi, como yo no soy supersticiosa lo achacaba al humo de las hogueras, otros amigos sin embargo dijeron que era como un espíritu que me quería avisar de algo.
Como todavía no había empezado la locura de los pisos y de la especulación también buscábamos una vivienda, estuvimos viendo pisos y un chalet precioso cerca de Mera, de dos alturas, la planta de abajo era diáfana y allí pensé en instalar mi estudio de pintura y escultura, podía poner perfectamente un horno para cocción y vivir en la planta de arriba que tenía unos 90 m2, nuestros amigos nos decían que estábamos locos al irnos tan lejos a vivir, pero a nosotros no nos parecían lejos 16 km aproximadamente cuando estábamos acostumbrados a las distancias de Madrid.
Llevaba tiempo sin ver a mi familia (toda reside en Madrid), también quería ver a algunos amigos y luego marchar a Calpe con una de mis hermanas que tiene allí un apartamento para pasar unos días.
El 9/7/97emprendimos viaje hacía Madrid, Angel venía conmigo porque él luego se quedaba allí por trabajo y yo continuaba a Calpe.
Ese día nuestra vida dio un giro insospechado.
N. Angulo
Efectivamente por esos años la especulación del ladrillo aún estaba en ciernes y se podían adquirir viviendas a unos buenos precios y condiciones. Pero aquel nefasto 9 de Julio dio, como bien dices, un giro nuestra vida que para nada estaba previsto y que condicionó nuestras vidas de manera decisiva, no sé si para bien o para mal. Nunca lo sabremos.
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