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miércoles, 10 de febrero de 2010

NO TENGO OTRA COSA QUE HACER

Se levantó esa mañana un poco dolorida, quizás más de lo habitual, los riñones últimamente la estaban machacando mucho, le dolían una barbaridad, estaba tranquila porque en la residencia la iban a hacer unas pruebas, de contraste creía recordar que se llamaban, su memoria ya no es lo que era.

- Claudia, tienes visita, son jóvenes voluntarios, ¿quieres hablar con ellos o les digo que no te molesten? – preguntó la cuidadora.
- Que pasen, que pasen, no tengo otra cosa mejor que hacer – respondió Claudia con humor.

Como hacía buen día salieron a dar un paseo por el jardín que bordeaba la residencia. Los voluntarios eran dos jóvenes, una chica y un chico de poco más de veinte años. La enlazaron de un brazo cada uno y caminaron por el jardín. Se sentaron en un banco después de un rato caminando y sin saber cómo Claudia empezó a hablar, lo necesitaba y parecían dos buenos muchachos dispuestos a escuchar.

- Tengo setenta y seis años, soy viuda y tengo cuatro hijos, hace unos cinco años más o menos me caí, tengo osteoporosis y ya no he vuelto a ser la que era. Antes de la caída, yo cuidaba de mis nietos, son mi alegría, bueno eran porque ahora les veo muy poco, de vez en cuando alguno de mis hijos viene a verme y me los traen. Como mis hijos trabajan y mis nueras y yernos también, - continuó contando Claudia - me dejaban a los niños en casa y yo les aseaba, les leía cuentos y les llevaba de paseo tanto en verano como en invierno, también comían en casa, así mis hijos se ahorraban un dinerito, pobres, la vida está muy acuchada jajajaja.

Los jóvenes voluntarios la miraban con arrobo, no entendían su buen humor y no comprendían cómo teniendo cuatro hijos y habiendo cuidado de ellos y sus nietos estaba allí y por lo visto sin recibir muchas visitas.

- Mis hijos también venían a casa a comer los días festivos, preparaba las comidas que a ellos les gustaba jajaja, bueno un día agradaba a unos y otro día a otros, como ya os he dicho son cuatro más sus parejas y los niños. No me importaba, la casa es grande, bueno lo era, la han vendido, me convencieron que mejor hacerlo en vida y así al morir yo, ellos se ahorraban dolores de cabeza, así es que con lo que se han sacado de la casa he repartido el dinero entre ellos, todo muy legal, ante notario

La chica miró al chico con gesto interrogante y preguntó a Claudia - ¿ y cómo está aquí en una residencia pública en vez de en una privada.

Claudia les sonrió y dijo – es que no hay dinero y mis hijos solicitaron en el momento que me caí una residencia pública aludiendo que no me podían cuidar y yo no me podía valer por mi misma y buen aquí estoy.

Espero que este fin de semana alguno venga a verme, pero pobres, están tan ocupados.

Claudia miró al horizonte con una expresión soñadora, mientras los jóvenes se miraron el uno al otro pensando en las vueltas que da la vida y al unísono abrazaron a Claudia y prometieron ir a visitarla siempre que ella lo deseara.
- Cuando queráis hijos – contestó Claudia – no tengo otra cosa que hacer y me dará mucha alegría ver caras nuevas.

Snow

1 comentario:

  1. Este es nuestro destino al final de nuestro paseo por esta vida y suerte, porque algunas personas viven sumidas en la más triste soledad y otras, aún teniendo hijos, están abandonadas a su suerte.

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