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martes, 4 de mayo de 2010

SOLA, PERDIDAMENTE SOLA


Le conocí en Madrid, concretamente en Torrejón de Ardoz, donde estaba destinado.


El, como muchos otros hombres de su edad, se perdió un poco entre la adolescencia y la juventud.


Siempre fue un “cerebrito” para los estudios, pero a los 17 años decidió dejar un poco de lado los libros y vagar un poco, coincidió con una de las épocas de paro e incertidumbre en el país.


Un buen día decidió irse de voluntario a la mili (todo esto lo sé por él, por una de nuestras largas e intensas charlas), una vez allí y aunque no le gustaba la vida militar,utilizó esta vía para retomar los estudios.


Cuando yo le conocí era Sargento Mecánico de Vuelo y volaba en aviones Hércules y Cesnas.


El y el resto de la tripulación (eran cuatro en total) se dedicaban a los Análisis de Tormentas o dicho de manera popular “pinchanubes”.


Por fin estaba feliz, le encantaba su profesión y pensaba abandonar la carrera militar, era consciente de lo bien que se podía ganar la vida con su profesión en la vida civil, ganaba dinero y nos teníamos el uno al otro.


Vivíamos juntos en un apartamento en Torrejón y decidimos dar la entrada para un pequeño adosado en Arganda del Rey, contábamos con dos sueldos y el suyo no era despreciable.


Mi mundo y mis ilusiones se hundieron el día que me llamaron para darme la noticia de que su avión se había estrellado en La Cistérniga a 5 km de Valladolid, cuando se dirigía de Torrejón de Ardoz al Aeródromo de Villanubla (Valladolid), para reparar una avería, el aparato tenía una serie de fallos que había que revisar.


Lloré de pena, lloré de rabia, impotencia e incomprensión.


No sé cómo llegué a su funeral, que se encargaron los militares y su familia de organizar sin contar conmigo para nada, yo era su mujer, no había pasado por un templo, ni por un juzgado, pero era su pareja, teníamos una vida en común y un futuro juntos, que un maldito avión se encargó de truncar.


Pedí explicaciones a los militares, a sus superiores ¿por qué un avión que estaba estropeado, no se le transportó por tierra, por qué se le hizo volar?


Pero el mundo militar (que es cerrado, que es otro mundo), no me reconoció como esposa, no me dio ninguna explicación.


Tampoco se la dieron a “su familia”, pero se encargaron de taparles la boca con una pensión vitalicia que por ley, me correspondía a mí, su mujer.


No pedí ese dinero, no lo quería, solo explicaciones, pero no recibí ni una cosa ni otra.


Vendí nuestra casa (solo habíamos pagado una entrada y alguna que otra mensualidad) y con ese pequeño gesto me despedí de mi hombre, me despedí de mi amor y de mi ansiado futuro junto a él.


No luché por lo que eran mis derechos, pero seguí llamando a puertas pidiendo explicaciones que nunca he recibido.


El, mi amor, solo tenía 26 años.


N. Angulo



Este post, es uno más de la serie que estoy dedicando a mujeres a las que admiro profundamente. Hay partes que obviamente son fruto de mi imaginación.

4 comentarios:

  1. Es muy hermoso el relato. Triste y bello a la vez.

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  2. Gracias Mayo, ya sabes que esta vida no es un camino de flores, nosotros, con nuestra actitud somos los que la hacemos más o menos llevadera.
    Un abrazo
    Nieves

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  3. Sinceramente muy emotivo. Ya sabes por qué.

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