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miércoles, 9 de junio de 2010

A LO MEJOR ESTAN JUGANDO


Me llamo Caifás, tengo 26 meses y soy un cruce, entre mastín español y perro callejero sin raza definida, mi pelaje es de color canela.


Hasta hace poco tuve unos amos que me querían y cuidaban de mí, con los que jugaba, corría y saltaba.


Mi historia es parecida a muchas otras vividas por los de mi especie.


Soy macho y pertenezco a una camada de seis cachorros, fuimos dos machos y cuatro hembras, nací en tercer lugar.


Bien pronto me separaron de mi familia y me dieron en adopción (creo que lo llaman así), a unos amigos de los dueños de mi mamá.


Mi nueva familia me acogió muy bien, aunque los primeros días echaba a faltar el calor de los cuerpos de mis hermanos cuando chupábamos las tetas de mi madre para buscar alimento, también recordaba como ella jugaba con nosotros dándonos con una pata o empujándonos con el hocico, era divertido. Ahora apenas guardo un recuerdo de ella ni de mis hermanos, ¿qué habrá sido de ellos?


Los primeros meses fui feliz con mis nuevos amos, además tenía un compañero de juegos al que llaman niño y era con el que más jugaba, me tiraba de las orejas y del rabo y yo le daba con una de mis patas, pero flojo porque no quería lastimarle, yo soy muy fuerte, echábamos carreras por el pasillo de casa y yo como soy muy alegre movía el rabo incontroladamente y a veces sin querer daba al niño o le tiraba, él se reía pero los amos mayores se enfadaban y me daban un azote en el lomo, no me dolía porque soy muy fuerte.


Pasado un tiempo, empecé a tener problemas, me pegaban mucho porque orinaba y cagaba en la casa, normalmente lo hacía en el mismo lugar porque me atraía el olor de orín, los amos se enfadaban y me restregaban el hocico encima de los meados y yo me revolvía, no me gustaba que hiciesen eso, poco a poco me fueron enseñando dónde debía cagar y mear y me marcaron unos horarios que yo cumplía para que no me volviesen a restregar la cara otra vez, como he dicho no me gustaba nada.


Los problemas no desaparecieron, todo lo contrario, se acentuaron porque yo crecí mucho y los amos se lamentaban, no me dejaban jugar con el niño y querían que estuviese todo el tiempo tumbado en el patio, ya no corría por el pasillo y salía muy poco al parque, estaba todo el día solo y en el patio.


Les oía decir que era un estorbo porque estaba muy grande, ya no era un cachorrillo bonito y comía mucho, yo no entendía de qué hablaban, así es que cuando salían al patio, yo corría hacia ellos y les lamía y movía el rabo para demostrarles lo que les quería. Notaba la falta de mi amo pequeño, del niño, quería jugar con él, pero apenas le veía.


Un día me metieron en el coche, estaba feliz, seguro que volvíamos al parque, como cuando era un cachorrillo bonito y me tiraban palos para que yo los cogiera.


El coche iba por unos caminos que no conocía, el viaje era muy largo, pero yo seguía alegre, aunque tenía calor y sed.

Por fin paramos en un parque muy grande, con muchos árboles, pero a mí ya no me apetecía jugar, ya estaba oscuro y quería volver a mi patio.


Me abrieron la puerta y salí corriendo hacia la puerta delantera en busca de mi ama, pero ella no salió, seguí sentado esperando para ver qué hacía el amo, ¿jugaría conmigo como antes? , parece que si, me tiró un palo y yo corrí detrás para alcanzarlo y llevárselo al amo entre los dientes.


Cuando regresé jadeante y feliz con el palo entre los dientes, no vi el coche, no olí a mi familia, di vueltas y corrí para buscarlos, me desorienté.


Ha pasado mucho tiempo, no han vuelto a por mi y no sé cómo regresar a casa, a veces parece que encuentro un rastro, un olor, pero no, estoy confuso, hambriento, cansado y tengo mucha sed porque ya hace calor. Doy vueltas y vueltas pero no salgo del parque grande.


A lo mejor están jugando, pero no me gusta este juego.


A lo mejor es un castigo por la última vez que me oriné en el patio y me revolví cuando me pegó la mujer con un periódico, la hice daño sin querer, pero ellos no entienden que si no me llevan al parque, tengo que mear en el patio, yo aguanto lo que puedo, pero…


Sigo dando vueltas, cansado, hambriento, enfadado, muy enfadado, de vez en cuando me como algún animal pequeño, pero el otro día uno me mordió el hocico y desde entonces no paro de sangrar y huelo muy mal.


Sigo dando vueltas, sigo esperando a mi familia, porque a lo mejor están jugando, a lo mejor vienen pronto a por mi.


N. Angulo




Un perro no es un juguete, es un ser vivo que necesita de nuestro amor y cuidados. Si no eres capaz de ofrecer esto a un animal, no lo aceptes para luego abandonarle como si fuese basura.

4 comentarios:

  1. Quien no quiera tener un animal en casa, que no lo tenga ,no es obligatorio ,pero si lo quieres, tienes que cuidarlo y enseñarlo y sobre todo quererlo ,ellos lo notan mucho ,y no lo avandones porque el nunca lo haria .Siempre que llego a casa salta de alegria ,yo tengo una perrita dede hace 12 años bueno toda ella es felicidad ,ahhhh y cada vez que queda alguien en el ascensor viene a avisarnos ,es cierto nos lleva a la puerta,y ya salvo a mas de uno ADA ES GENIAL

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  2. Me muero por tener una mascota. Mi hija me pide constantemente que le compre un perrito. Lamentablemente no podemos xq vivimos en un depa cerrado (3er psio) y ambos trabajamos mientras la peque está en el cole-guardería hasta las 6pm, que la recojo. Nos dolería más tener una mascotita desde las 8am hasta las 6pm encerrada, sin tener a alguien con quien jugar, a donde salir a hacer sus necesidades....
    Hay personas que cuando se animan a tener mascota, como tu dices, creen que adquieren un juguete, al ver la verdadera responsabilidad que trae consigo ese nuevo integrante lo desechan como si de algo sin alma se tratase. Eso es tan irresponsable!!!

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  3. Que pasaria si a los dueños del animal se les hiciesen lo mismo que ellos le hicieron: llevarles al mismo sitio y cortarles las orejas como a los lobos.

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  4. Triste y duro pero muy real y cada vez más frecuente. El abandono de las mascotas debería estar penado. Los individuos que cometen esas acciones deberían estar considerados como delincuentes.

    Al fin y al cabo, las masconas son seres indefensos y muy dependientes y esas acciones, tan frecuentes motivadas por los caprichos humanos, las dejan sin defensas y vulnerables a cualquier desgracia.

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