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viernes, 17 de septiembre de 2010

Atando cabos



Viudo, con tres hijos, dos de ellos ya adolescentes, con los problemas que eso conlleva, pero buenos chicos…no, no se puede quejar, tiene tres hijos magníficos.

Sin embargo poco tiempo, le queda muy poco tiempo para disfrutarlos, para arreglar cosas, para dejarles en buenas manos.

Qué injusta es la vida, se lamenta, un matrimonio feliz y ella se muere en un fatídico accidente, dejándole solo, solo…muy solo. Que egoísta soy, no estoy solo - piensa - tengo tres hijos por los que vivir, por los que luchar, pero la vida sigue siendo injusta, porque voy a ser yo el que les abandone, me quedan apenas unos meses o quizás un año de vida.

Dicen que el cáncer no tiene nada que ver con traumas, con sufrimientos, que simplemente te toca la “papeleta”, pero él tiene sus propios pareceres, extrae de la vida su propia conclusión y su conclusión le dice que el cáncer se empezó a gestar con la muerte de ella, su querida mujer.

No tiene tiempo de lamentos, tiene que poner manos a la obra, tiene que atar cabos, debe dejar todo resuelto.

No quiere dejar a sus hijos con abuelos, primero, por no dejar una carga a gente mayor que ya tuvieron su propia carga y segundo, por eso, porque son gente mayor, él quiere que sus hijos terminen de crecer con personas jóvenes, vitales y de buenos sentimientos para que sigan su labor, para dejar en sus hijos los principios que a él le dejaron sus mayores.

No ha dicho nada a sus hijos, todavía no, no está preparado y ellos tampoco, lo de su madre aún es reciente.

Continúa actuando con normalidad; trabajo, cuidado de la casa y de los hijos, terminar el máster, (todavía le quedan unos cuantos créditos)... para progresar en la empresa… ¿pero qué progreso?... no quiere pensar…

Ahora que él se va, llega ella, una nueva oportunidad, una nueva alegría, un nuevo motivo para vivir.

Precisamente se conocieron estudiando, fueron intimando poco a poco, se sentaban juntos, se iban esperando a la salida de clase para comentar y cuando se quisieron dar cuenta se estaban contando su vida, casualmente ella también viuda, como él, pero sin hijos - se lamentaba ella - porque añoraba no haberlos tenido con su marido al que quiso con locura.

Y él empezó a atar cabos…la invitó a casa a conocer a sus hijos y ella accedió gustosa, se convirtió en una agradable rutina semanal, los sábados iba a comer con ellos y luego todos juntos se iban al cine, a pasear…en fin…a divertirse.

Todos estaban encantados, sus hijos empezaron a aceptar a aquella mujer como algo cotidiano en sus vidas y ella…bueno ella, no podía creer en su suerte, volvía a querer a un hombre, estaba perdidamente enamorada de sus hijos y parecía que ellos la correspondían…no podía ser más feliz.

A los pocos meses empezaron a vivir juntos, se trasladaron todos a la casa de ella porque era más grande y formaron una estupenda familia…

Empezó a encontrarse fatal, intuía que se avecinaba su final y habló…

Fue un domingo, después de comer, todavía sentados alrededor de la mesa.

Les confesó que tenía cáncer y que estaba desahuciado, era inminente su partida, no quiso alargar más de lo necesario las explicaciones, hubo lloros, abrazos, besos, gritos de rabia y de dolor… y al fin…la calma.

Celebraron una boda sencilla, solo ellos, sus hijos, el padre de ella y los abuelos de los niños.

Murió justo nueve meses después de haber conocido a su segunda mujer, murió satisfecho, había dejado atados todos los cabos; sus hijos con una nueva madre, una mujer que les adoraba, un seguro de vida que tuvo la precaución de contratar al poco de casarse con su primera mujer, sus hijos quedaban en buenas manos.

Se llevó con él, la furia por su muerte prematura y el dolor por no ver a sus hijos hacerse mayores y un gran secreto…él no amó nunca a su segunda mujer, pero la necesitaba e hizo su últimos sacrificio, él solo tuvo un gran amor y si había una eternidad, él iba camino de unirse con ella, con su querida mujer.


Nieves Angulo

1 comentario:

  1. Y lo digo una vez más, tus relatos ponen los pelos de puenta porque calan. Deberías juntarlos en un libro.

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