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miércoles, 15 de septiembre de 2010

No confundir, esto no es amor




Él 18 años, ella 15.

Se conocieron en una piscina municipal, a él se le cortó la respiración cuando la vio emerger del agua, para dirigirse a la ducha con intención de quitar el cloro de su piel. Hermosa, rubia y joven, muy joven.

El se aproximó para charlar con ella y ella le sonrió sin intuir que ahí empezaría el calvario de ambos.

Empezaron a salir, se enamoraron, no podían estar uno separado del otro por muy largo tiempo, se veían todos los días y todas las horas que les permitían sus quehaceres, en este caso sus estudios.

Pronto comenzaron sus relaciones sexuales, lógico, eran jóvenes, ardientes y estaban locamente enamorados.

También enseguida empezaron a discutir, al principio tímidamente, se estaban midiendo, pero poco a poco sus discusiones fueron subiendo de tono y no solamente las voces sino sus propios ademanes y gestos.

Llegaron los insultos, las vejaciones verbales, las faltas de respeto, los empujones y bofetadas que ella le daba a él en momentos álgidos, él a su vez, gritaba, pero no correspondía a sus golpes, se limitaba a sujetarla por los hombros o por las muñecas e intentaba calmarla y sosegar su histerismo.

Llegó el invierno, casi sin darse cuenta llevaban seis meses de relaciones, él tomó la decisión de dejarla, hablaría con ella y terminaría de una vez con este infierno, él acababa de cumplir 19 años y no era plan de joderse la vida por una mocosa perturbada de 15 años.

Nunca olvidaría el momento en que decidió hablar con ella, fue en la casa de él, en su habitación, era sábado, sus padres no estaban y él habló, se explicó y esperó. Primero ella le miró con incredulidad, luego, se puso roja, con los ojos brillantes, anegados de lágrimas, posteriormente y quizás tarde, él comprendió que no eran lágrimas de pena y dolor, sino de rabia e impotencia…y llegó el caos; le pegó, le arañó, le destrozó la habitación, le rompió cd’s, libros, ropa, su raqueta favorita de tenis, pero sobretodo le pegó y pegó y pegó…Ella salió de la habitación hecha una furia entre gritos, sollozos y abandonó la vivienda, no sin antes destrozar un poco el salón.

El se curó como pudo, limpió y desinfectó heridas, pero hubo unas heridas que no pudo sanar, su alma, su estima, desde ese día quedaron gravemente “tocadas”

Pasaron los días y fueron curando las heridas físicas de él, pero se fue volviendo retraído, no salía apenas y sobre todo empezó a sentirse culpable de la situación, sus padres poco o nada podían hacer, ya que él, no les contó nada, les dijo que se había pegado con un chico del instituto.

A las tres semanas ella le llamó, llorando, quería hablar y pedirle perdón, no tenía justificación lo que había hecho.

Se vieron de nuevo en casa de él y todo fueron besos, abrazos, cariño, arrepentimiento e hicieron el amor…

Sin él darse cuenta, volvían a estar juntos…sin él darse cuenta volvieron a pasar los meses y volvió la rutina y la confusión, cuando estaban bien, estaban muy bien, pero de repente en algún instante esto cambiaba y volvían los insultos, las degradaciones, humillaciones, malos tratos y con esto las dudas, el volverse a plantear dejar la relación.

Cada vez que él intentaba dejar la relación; chantajes emocionales por parte de ella, intentos de suicidio…y llegó el primer embarazo, hablaron y decidieron que lo mejor era abortar, eran jóvenes y no podían hipotecar su vida con un bebé.

Pasado el tiempo, ella utilizó este aborto como arma arrojadiza, le culpaba a él de haberla obligado a abortar.

Un nuevo embarazo, un nuevo caos.

El apareció muerto una mañana en su habitación, le encontró su madre en la cama, con un montón de envases de medicamentos en su mesilla. Diagnóstico: suicidio debido a un cóctel de medicinas.

Ella estaba en el instituto cuando la llegó la noticia del suicidio de él.

Que cobarde, pensó, realmente nunca debí salir con él…

Ella está buscando a su siguiente víctima.

Nieves Angulo

NOTA: Este post es fruto de mi imaginación







1 comentario:

  1. No debe ser muy mediático hablar del número de suicidios de hombres que viven o han vivido una situación de crisis con su pareja.
    Pocos divorcios deben ser un camino de rosas. Tener un régimen de visitas con tus hijos, abandonar "tu casa", tener que volver a compartir casa con tus padres, intentar vivir con un sueldo que debes dividir entre la manutención, un alquiler, la hipoteca de la casa que has tenido que abandonar, la soledad ...., una justicia que no parece tan justa.... Incomoda ponerse en esta situación

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